sábado, 25 de diciembre de 2010

La colonoscopia


Maldigo a la que mandó que me hicieran una colonoscopia. Sí, estaba cagando un poco raro, pero era porque comía mal y abusaba del tabasco. Los muy hijos de puta del hospital me preguntaban (con buenas palabras) que si solía recibir por detrás. Me tuvieron seis horas en una sala de espera llena de viejos moribundos, yo lo había visto venir y llevaba un libro; La posibilidad de una isla, de Houellebecq. A posteriori, creo que fue una elección horrible.

La enfermera sabía que yo estaba intuyendo que toda la operación era un gran sinsentido, así que dejaba caer hipótesis chungas: puede que tengas que quedarte unos días, puede que tengamos que operar. Maldita zorra.

Yo tampoco era capaz de aplicarme los enemas, así que tenía que encerrarme en el cuarto de baño con la enfermera de 50 años a que me metiera eso por el culo. Recuerdo el miedo que tenía cuando me llevaban en camilla a la sala de los horrores, y el acto en sí. Maldita colonoscopia. Un puto chorro entrando por donde no debió, grabando lo más íntimo de mi ser, removiendo el intestino, que en mi vida lo había notado. ¿Y para qué? Para nada, resulta que yo no tenía ningún problema. No descarto que fuera víctima de una trama de médicos sádicos.

Ellos ya no me volverán a preguntar si he recibido por detrás.

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